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Requiem por la bailarina de una caja de música

JAVIER ABASOLO RESEÑA REQUIEM POR LA BAILARINA

JAVIER ABASOLO RESEÑA REQUIEM POR LA BAILARINA

Cuando pensamos en la novela negra enseguida nos vienen a la cabeza las grandes metrópolis. Parece obvio indicar que New York, Los Ángeles, París o Londres son ya tan conocidas por nosotros, gracias al cine y a la literatura

policíaca, como las calles de nuestras ciudades. En los últimos tiempos, con el desarrollo del género en España, Madrid y Barcelona se han unido a ese club y también poco a poco van asomando su cabeza ciudades como Valencia,

Córdoba, A Coruña o Bilbao, que reivindican un lugar en ese catálogo de escenarios, casi siempre urbanos, de nuestras más negras y sórdidas historias. Lo curioso es que, aunque a menudo nos olvidamos de ello, la novela policial en España no nació en Madrid ni en Barcelona, sino en Tomelloso, un pueblo de la manchega provincia de Ciudad Real en el que vieron la luz tanto el precursor español del género, Francisco García Pavón, como su personaje

más importante, el jefe de la GMT (Guardia Municipal de Tomelloso), Manuel González, más conocido por Plinio.

Y como si quisiera retornar a los orígenes, tanto los suyos propios como los del género policial español, José Ramón Gómez Cabezas sitúa su primera novela, Réquiem por la bailarina de una caja de música, en su ciudad natal, en Ciudad Real. Y en un “tour de force” plagado de valentía y riesgo, aunque afortunadamente su osadía se ha visto coronada por el éxito, no sólo

ubica allí su historia sino que nos traslada hasta el año 1925, cuando todavía era una pequeña capital manchega que vivía bajo la dictadura del general Primo de Rivera y en la que empezaba a asomar una incipiente industrialización y su corolario, un aún más incipiente movimiento obrero.

En esa ciudad y esa época una mujer joven, que acaba de regresar a la ciudad de su padre tras haberse criado en Francia, es brutalmente asesinada y un joven periodista de tendencias progresistas, que estaba enamorado de la mujer asesinada, intentará descubrir quién la ha matado. Lo tiene muy difícil porque no se acuerda de nada de lo que ocurrió la noche en la que la mujer falleció, tan sólo que estuvo de juerga con dos amigos que han sido acusados de ser los

responsables de la muerte de su amada. Ni siquiera sabe si él fue o no corresponsable del hecho, ya que es consciente de que si no ha sido acusado también del crimen no se debe a que le consideren inocente sino por ser hijo de un importante general del ejército español.

Intentando salvar su honor tanto como la libertad y, seguramente, la vida de sus amigos, y sin saber con seguridad si son inocentes o no, tan sólo intuyendo que ninguno de los tres podría haber sido capaz de cometer tamaña salvajada, Joaquín Córdoba Martín de la Vega deambulará por las calles de su ciudad, tan sólo ayudado por su tío Domingo, un viejo solterón que esconde un importante secreto sobre su persona y su familia, y en ese deambular nos irá describiendo el

asfixiante ambiente tanto social como político y cultural que había en España en aquella época, preludio de lo que posteriormente sería la catástrofe de la guerra civil.

La mano de Gómez Cabezas no tiembla a la hora de diseccionar no ya su ciudad sino lo que era un país sometido a una retrógrada dictadura y con unos mimbres alejados aparentemente de lo que ha constituido la esencia de la novela negra (grandes ciudades, regiones industriales, grupos mafiosos, detectives y policías endurecidos por la vida) nos demuestra que se puede hacer una buena novela negra en una población como Ciudad Real y una época como el 1925 español. Y

de postre, casi como si se tratara de un guiño, nos hace un regalo, al menos a quienes recordamos con nostalgia las andanzas del más famoso policía manchego de ficción, un pequeño “cameo” de Plinio que, aparte de ayudar a Joaquín Córdoba a salir indemne del caso, nos ayudará a nosotros a finalizar la lectura con una sonrisa en los labios mientras pensamos que es una lástima que la novela se haya acabado, porque uno nunca se cansa de leer cuando tiene entre

sus manos una buena novela.

 

José Javier Abasolo (Bilbao, 1957) ganó el Premio de Novela Prensa Canaria en 1996 con Lejos de aquel instante (finalista del Hammett en 1997). Es autor de las novelas Nadie es inocente, Una investigación ficticia, Hollywood-Bilbao, El color de los muertos, Antes de que todo se derrumbe (Premio de Narrativa García Pavón 2005), El aniversario de la independencia, Heridas permanentes y la más reciente de todas, Pájaros sin alas (Erein, 2010).

 

 

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